Una mineria a costa de que???
La minería en Colombia ha sido una actividad productiva que a los ojos de los gobernantes de la nación se ha mantenido en su etapa primigenia, debido a los métodos y técnicas que se emplean en la extracción de los recursos, y a los bajos índices de ganancias que representan para la economía del país; la mano de obra encargada de ejercer dicha labor es constituida por campesinos, comunidades indígenas y afrocolombianas, las cuales han sido beneficiaras de dicha actividad económica, que se ha convertido en la principal fuente de ingresos de éstos, a lo largo de muchos años.
Actualmente son 5 millones de hectáreas (redondeando) las que se encuentran dedicadas a la extracción minera de carbón, de ahí se obtiene una producción de 70 millones de toneladas de carbón, encaminadas a la exportación anual. Estas cifras representativas solo dan un índice significativamente positivo a aquellas empresas multinacionales que ya hace muchos años han incursionado en el país realizando la extracción de los recursos naturales de nuestro territorio, dejando a su paso una seria transformación del entorno social, ambiental, político y cultural, de las regiones que se encuentran intrínsecamente ligadas a la minería, sin dejar de lado las repercusiones que tiene para el contexto nacional en general.
En el momento en Colombia existen aproximadamente dos mil millones de toneladas de oro, las cuales son explotadas en un ochenta por ciento, por la pequeña y mediana industria aurífera, esta a su vez representa apenas el uno por ciento de los empleos generados en el país; Hollman Morris en su reportaje: “La Locomotora Minera En Colombia”, hará hincapié sobre este punto, y dirá que en los últimos ocho años, la minería ha generado 15.000 empleos, respecto a ese universo de 3, 5 millones de desempleados, un resultado irrisorio, puesto que no representa ni la cuarta parte de los focos de empleo en el país, además no satisface una demanda que es necesaria ser satisfecha. La minería produce un 0,9 por ciento de empleos por hectárea, mientras que una arrocera produce seis por ciento de empleos por hectárea, a su vez genera una deterioración del espacio y la calidad de vida de los circunscritos a ella, lo que termina en un “empobrecimiento local”, dejando un ejército de asalariados cada vez más sujetos a las decisiones que arbitrariamente tome el gobierno y las multinacionales.