Abrite tierra y tragame
A la llegada del cortejo fúnebre al cementerio, la ironía de que llegue el día del entierro y no haya quien lo cargue veinte metros, circunda la cabeza de los asistentes. Dos hijos, el primo y el hermano quienes parecen estar entrados en tragos y el mejor amigo de la familia, rodean el féretro e intentan levantarlo. Las peripecias de los cinco hombres en su intento por levantar el ataúd de una forma cómoda, hacen que los presentes, en especial las magdalenas que acompañan al difunto, den un grito de desespero por la brusquedad de los hombres.
En el lugar no hay sino cuatro niños entre los ocho y los diez años de edad, algunos octogenarios que se esfuerzan por mantenerse de pie acompañando al difunto, las magdalenas y sus familiares. Además de ello, entre los asistentes se encuentra una mujer que sostiene un niño entre sus brazos y unas flores en sus manos, y un hombre delgado, quien parece estar en el lugar equivocado
Los intentos de los 5 hombres, los lleva a desistir, y de inmediato las miradas de todos los presentes se posan en el hombre delgado: él se muestra nervioso e impávido. Una anciana lo sujeta del brazo y lo arrastra hasta el féretro, mientras el mira que la mujer que sostiene al niño entre sus brazos, se mueve entre los asistentes sin ser tenida en cuenta.
El hombre delgado se posa junto al féretro. Saluda a los presentes, estrecha sus manos y tartamudea. Empieza la marcha fúnebre. Él se muestra nervioso, seca el sudor de sus manos, que ya no sabe si sudan por el radiante sol o por la situación en que está metido. Hacen un primer intento de levantar el féretro, pero es inútil el hombre delgado está muy nervioso, a lo cual le añade el hermano del difunto, “con fuercita”. Hacen un segundo intento y esta vez da resultado, sin embargo el cadáver parce ser muy pesado lo cual dificulta el recorrido del carro hacia el hoyo, en un momento el hombre se tropieza al subir una escala, lo cual desequilibra a los 5 hombres que llevan el féretro, sin embargo no sucede nada.
Al llegar al hoyo, dejan el féretro sobre unos aparatos que posteriormente se encargaran de bajarlo al sepulcro. El hombre delgado inmediatamente se aparta del féretro es rodeado por un grupo de ancianas, quienes rezan el rosario e intentan que él lo haga. El padre hace el ritual de despedida de los muertos y concluye pidiendo algunas palabras de despedida par el difunto. En ese momento el ataúd empieza a descender muy lentamente, mientras todas las personas en especial sus familiares quiebran en llanto. A su vez la mujer que sostiene al niño entre sus brazos aprovecha la situación y se pone muy cerca del féretro y lanza las flores, mientras el hombre delgado es empujado por las ancianas a pronunciar las palabras para el difunto. El hermano del difunto se acerca y le dice, hágale hermano ud puede, ud sabe cómo era el gordo, ud sabe cómo lo quería. El hombre delgado se muestra desconcertado, se rehúsa e intenta explicarse, pero el hermano del difunto no lo deja, puesto que lanza unos berridos por el difunto y lo arroja hacia el padre quien le cede la palabra.
El hombre no sabe por dónde empezar, dice incoherencias, se ve nervioso, transpira y esta vez sabe que es por la situación, mira hacia todos los rincones, pero solo ve rostros desolados que gritan y lloran, y las espaldas de quienes no soportan el último adiós del difunto. De pronto ahí, observa a la mujer con el niño entre sus brazos, parada entre la multitud como si no existiera, por lo cual deja de titubear y de manera firme pide a los familiares y asistentes apoyar a la viuda en este momento difícil de la vida, y aún más cuando hay una criatura que empieza a vivir y que pierde a su padre.
De pronto un silencio se apodera del lugar, nadie entiende lo que el hombre acaba de decir, la mujer con el niño entre sus brazos mira al hombre delgado con desasosiego, como si una catástrofe estuviera por desencadenarse. De repente el silencio se interrumpe por los insultos y las peyorativas que lanza una mujer madura, quien afirma ser la esposa del difunto y quien asegura que aquella es la amante del fallecido y aquel el bastardo por el cual su marido termino perdiendo la vida. Los asistentes arman un alboroto y la verdadera viuda se abalanza sobre la mujer que sostiene al niño entre sus brazos, pero antes de que ponga una de sus manos sobre la mujer… las personas se agolpan para defender apartar a las dos mujeres. Sin embargo, todo se convierte en un conflicto que es avivado por la respuesta violenta de los borrachos y el hijo mayor del difunto y el mejor amigo de la familia, mientras que el padre y el hijo menor intentan menguar el conflicto separando las partes.
En los empujones, la mujer que sostiene al niño entre sus brazos cae al suelo, no muy bruscamente, se pone de rodillas y agachada intenta escabullirse de la multitud, hasta toparse con el hombre delgado. Se miran sorprendida mente, pero el hombre toma la iniciativa, le sujeta la mano y huyen del lugar.
Cuando la multitud recobra la calma se percatan de que ni el hombre delgado ni la mujer que sostenía al niño entre sus brazos se encuentran en el lugar.